viernes, 13 de septiembre de 2019

REFLEXIONES ACERCA DE LA EXPERIENCIA ORGANIZATIVA DEL PUEBLO UWOTTÜJA  DE LA CUENCA DEL RÍO CATANIAPO

Héctor Escandell García
Oficina de Derechos Humanos del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho

Niños UwottÜja de la Comunidad San Pablo de Cataniapo
A finales del mes de febrero de 2019, en pleno período de sequía y consecuentemente de aguas bajas en el cauce del río Cataniapo, acompañado por la abogada, docente y compañera de vida Grace Marcano, tuvimos la oportunidad de visitar la comunidad San Pablo de Cataniapo, en cumplimiento de las tareas previstas en el Proyecto de la Oficina de Derechos Humanos del Vicariato de Puerto Ayacucho. Poco más de dos horas de trayecto entre el puerto natural, próximo a las comunidades Gavilán y Sardi, nos llevaron hasta San Pablo. Mosaicos coloridos de mariposas que revoloteaban alrededor del bongo y algunas aves, especialmente garzas en pareja, que parecían guiar la embarcación en distintos tramos del recorrido, nos prepararon mental y espiritualmente para experimentar una realidad radicalmente distinta a la agresiva que cotidianamente vivimos en Puerto Ayacucho. Superado el raudal de Picure, comenzaron a aparecer centenares de troncos depositados a las márgenes y en el cauce del río.

Pensaba que algunos de esos troncos, aquellos de madera dura, podrían ser rescatados del agua y servir como material para atender una diversidad de necesidades humanas: mobiliario, vivienda, artesanías, tecnologías para manufactura. La erosión lateral causada por el caudal del río, vence la resistencia del suelo y provoca que estos cedan y arrastren los árboles. Este proceso natural, se intensifica cuando se interviene el área aledaña a la orilla con fines agrícolas y/o residenciales, lo cual parece estar ocurriendo en algunos sectores del trayecto. Al arribar a la comunidad y ser cordialmente recibidos y ubicados por sus pobladores, comenzamos a desarrollar la estrategia de trabajo, centrada en el objetivo de apoyar y acompañar las iniciativas de organización socio económica de la comunidad, desde nuestras posibilidades reales.

La comunidad, en esta ocasión, actuó como centro de una realidad mayor, conformada por otras comunidades del pueblo uwottüja localizadas en la cuenca, las ya citadas Gavilán y Sardi, además de San Pedro de Cataniapo, localizada aguas arriba y Churuata La Reforma, aguas abajo, al margen del eje carretero, igual que otras poblaciones menores dispersas en el área, que, en conjunto, conforman la Organización del Pueblo uwottüja de Cataniapo (OPUC).
Esta experiencia de organización intercomunitaria, constituye una fortaleza del pueblo uwottüja en el reto permanente de proteger su cultura y avanzar en su proyecto de vida, continuamente amenazados como resultado de la interacción inevitable con otros pueblos indígenas y, especialmente, con los llamados criollos. La estructura de la organización se percibe como un conjunto de actores sociales diferenciados pero complementarios. Hay una gran valoración a los ancianos, que conforman un cuerpo guía desde la ética de la cosmovisión del pueblo uwottüja  (Consejo de ancianos); la gestión cotidiana de la organización, que podríamos calificar como administrativa, recae en un grupo de adultos jóvenes, quienes establecen los contactos con las instancias de la sociedad nacional, incluyendo los distintos niveles de gobierno, para abordar temas concretos en distintas áreas: salud, educación, comercio, combustible, deporte…, gestando iniciativas que promueven la unión y la atención de situaciones problemáticas. Hombres y mujeres adultos se reparten las funciones cotidianas en consonancia con sus patrones culturales, mientras los niños estudian, juegan y aprehenden su cultura. Algunos adolescentes y jóvenes mantienen un contacto más dependiente con la cultura criolla y ello parece ser motivo de preocupación por parte de los adultos, debido a los riesgos de caer en acciones no lícitas ni convenientes para los objetivos culturales del pueblo uwottüja. 

Otro motivo de preocupación, que compartimos, tiene que ver con que, hace más de un año, la comunidad viene siendo utilizada como una especie de estación de paso por mineros ilegales que se dirigen a los valles de Manapiare y Ventuari. En su tránsito, que dura alrededor de 10 días, suelen pernoctar en la comunidad, sin autorización previa, según me informaron. Aunque hasta ahora no se han presentado conflictos, esta situación conlleva múltiples riesgos que preocupan a las autoridades tradicionales de la comunidad. La relativa cercanía a Puerto Ayacucho y la condición geográfica de albergar al río que surte al acueducto de la capital, más la existencia de suelos con mejor potencial agrícola que el resto del entorno, hacen de la cuenca una fuente de tensiones crecientes que se reflejan en la ocupación del territorio y el aprovechamiento de los recursos naturales; tensiones evidentes en los sectores medio y bajo de la cuenca, que han sido radicalmente transformados por la acción de pobladores no indígenas y de indígenas de otros pueblos, principalmente jivi y arahuacos, ejerciendo presiones  diversas sobre la cuenca alta, que conforma el territorio tradicionalmente habitado por los uwottüja.
 Durante la tarde del día 22, realizamos un primer encuentro con los habitantes de la comunidad y algunos representantes de Sardi, San Pedro y Churuata, que sirvió, además de presentación, para conocer tanto sus expectativas como para exponer de manera general nuestra visión acerca  de las potencialidades del área para mejorar las condiciones de vida material. Debemos reconocer que esto fue hecho desde nuestra perspectiva, cargada de utilitarismo: sabemos que  no necesariamente es la misma que tiene el pueblo uwottüja; no obstante, se evidenció del intercambio de ideas, que existe una amplia coincidencia en la interpretación del territorio desde esa perspectiva. El siguiente día, la reunión versó acerca del manejo del territorio y las alternativas económicas y, sobre una situación que perciben como problema: el sobreaprovechamiento de los peces que habitan el río y sus afluentes. En este último tema se cuestionaba la pesca con arpón que realizan algunos jóvenes, temiendo que ello pudiera afectar su disponibilidad futura, en tanto no se considera, para su captura, ni el tamaño ni el momento biológico (apareamiento, desove). Sobre el particular se recomendó sensibilizar a los jóvenes acerca de la necesidad de garantizar la permanencia de las poblaciones de peces y la sostenibilidad del aprovechamiento, debido a la importancia que tiene para su dieta. Esto pensamos que puede lograrse atendiendo a las prácticas tradicionales de pesca, aunque también el aumento de la población amplía la necesidad de obtener más peces, por lo que se sugirió pensar en la posibilidad de trabajar en la cría de peces (acuicultura). 

Con respecto al territorio, su manejo y las alternativas económicas, el debate resultó amplio y general; los participantes expusieron lo que hacen en materia agrícola, destacándose la incertidumbre en lo que respecta al destino de la producción de cacao y copoazu, que se ha ampliado en los últimos años. Sobre este particular, se propuso mejorar las capacidades de transformación local de estos productos primarios, a fin de agregarles valor comercial. Hablamos de la Escuela de chocolatería que opera en Puerto Ayacucho y de la posibilidad de formar a algunos jóvenes en esa área; se acordó que ellos identificarían a los potenciales participantes y nosotros contactaríamos a la dirección de la Escuela para determinar la posibilidad. Se propusieron ocho jóvenes y se logró el compromiso de la Escuela para dictar un curso intensivo de una semana con atención exclusiva a estos jóvenes. Por razones derivadas de la situación de emergencia eléctrica, no pudo ser iniciado en la fecha pautada, posponiéndose hasta después de la Semana Santa. La Oficina de Derechos Humanos del Vicariato brindaría apoyo para la movilización entre el lugar de residencia y la Escuela y proveería los “viáticos” de los cursantes. Se espera que esta capacitación tenga un impacto positivo para la organización y sus integrantes en el corto plazo y abra la expectativa de mejorar sus capacidades locales de transformación de la materia prima. En esta misma área del territorio, identificaron como muy importante cuanto tiene que ver con asegurar sus derechos sobre el territorio; informaron de los adelantos en el proceso de auto demarcación y de la necesidad de actualizar un proyecto para gestión de financiamiento que les permita avanzar en el proceso hacia la obtención de la titularidad.

 La Oficina expresó la disposición de acompañamiento técnico para ese fin. Por último, se exploró la disposición de la organización en avanzar en la formulación de proyectos en las siguientes áreas: acuicultura, auto gestión de viviendas, energía, agua potable y salud comunitaria, respondiendo a los planteamientos de los participantes en las reuniones anteriores, quedando a consideración de la organización para una respuesta. La mañana del tercer y último día en la comunidad, se utilizó para reflexionar con los participantes acerca de diversos temas, entre ellos, las necesidades de formación en otras áreas como la electricidad, mecánica, contabilidad, administración, turismo, carpintería, procesamiento de alimentos. Sobre este particular se les mencionó la oportunidad de explorar otras alianzas y nuestra voluntad de acompañarlos. Se les orientó en la necesidad de trabajar en sistemas agrícolas que no exijan tumbar la selva, ante la preocupación expresada por el tema del cambio climático, del que los ancianos parecen alertar por sus efectos en el comportamiento observable de la naturaleza. 

En paralelo y consecutivamente a estas reuniones, Grace Marcano realizó otras con directivos de la Organización y en particular con mujeres y niños, donde se abordaron temas de derechos humanos: salud, educación y orientación en el área de prevención del consumo de drogas, con resultados satisfactorios y algunos compromisos de acompañamiento para atender situaciones concretas, como el pago de personal docente con la Zona Educativa y la coordinación de una campaña de vacunación con la autoridad competente.. Para terminar, se revisaron los acuerdos y se fijaron próximas visitas de Hortimio Ochoa, Bladimiro y Rogelio Martínez y Mónica Silva a Puerto Ayacucho y en concreto a la Oficina para el seguimiento de los compromisos acordados. El retorno a Puerto Ayacucho resultó un poco más accidentado que la ida, pues se dañó el motor fuera de borda a un par de kilómetros del puerto y debimos acudir a la práctica tradicional de canalete, favorecidos por el transcurrir aguas abajo. El trayecto sirvió para reflexionar acerca de la organización, la que percibimos activa, con fuerzas y con objetivos claros alrededor de su autovaloración cultural. Ello fortalece las esperanzas por la reivindicación de los derechos humanos, en particular aquellos vinculados a los pueblos indígenas y a la naturaleza, en procura de la construcción expansiva de una realidad alternativa, donde la vida digna para todos recupere su preponderancia.




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