miércoles, 29 de enero de 2020


JÓVENES EN MOVILIDAD

























Por: Yuvisay Carabia

Oficina de DDHH del Vicariato Proyecto Radiofónico  “Entre Parceros y Panas”

La movilidad humana, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), es la “Movilización de personas de un lugar a otro en ejercicio de su derecho a la libre circulación (...) Es un proceso complejo y motivado por diversas razones (voluntarias o forzadas)”.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), organismo de las Naciones Unidas encargado de proteger a los refugiados y desplazados por persecuciones o conflictos, en el mes de junio de 2018 reseñó que 68,5 millones de personas son desplazadas a la fuerza en todo el mundo: 40 millones son desplazadas internas, 25,4 millones de personas son refugiadas y 3,1 son solicitantes de asilo. También asegura que el 85% de las personas desplazadas están en países en desarrollo, 10 millones son personas apátridas, 102.800 son refugiados reasentados; 44.400 personas al día se ven obligadas a huir de sus hogares debido a los conflictos y persecución.

En Venezuela, en estos últimos 3 años se ha evidenciado un flujo migratorio irregular, principalmente hacia Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Brasil, además de los EE.UU y diversos países europeos, producto de los conflictos políticos, económicos, sociales y vulneraciones de derechos humanos. Los jóvenes constituyen casi la mitad de los migrantes, no sólo en Venezuela, sino a escala mundial.
Migración Colombia, entidad adscrita al Ministerio de Relaciones Exteriores que ejerce el control migratorio de ciudadanos nacionales y extranjeros, señala que, para febrero de 2019, un millón 174 mil 743 personas migrantes venezolanas están en Colombia. Se estima que el 90% de esta población ha llegado al país en los últimos dos años y que la cifra puede llegar a los cuatro millones de personas para 2021, si la situación socio-económica de Venezuela sigue en declive.

Aproximadamente, el 56% de la población migrante tiene algún estatus legal; el 23% está en proceso de obtener la documentación requerida y un 21% no tiene ningún estatus legal. El 37% de la población migrante tiene una edad que oscila entre los 18 y 29 años; 22% está en los treinta años y el 15 % es menor de edad. Dicha entidad también asegura que los departamentos que registran mayor número de personas migrantes son: Atlántico, Guajira, Norte de Santander y Bogotá.

Los jóvenes que toman la decisión de trasladarse a otro país, o se ven forzados a hacerlo, es para preservar su vida, contribuir a que sus familiares logren sueños o derechos como la alimentación, salud, y reencontrarse con familiares que han visto la necesidad de salir, enfrentar nuevos retos y proyectos, o sencillamente para mejorar sus vidas.  En este proceso de movilidad humana, los jóvenes pueden encontrar o enfrentar ciertas barreras que les impiden el ejercicio de sus derechos. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), en la Guía para Movilidad Humana Informada y Segura, dice que la salida de un país representa riesgos que deben tenerse muy presentes para no ser víctimas de personas inescrupulosas. Estas situaciones de riesgo pueden ser: tráfico ilícito de migrantes, trata de personas, explotación laboral, sexual y económica, y reclutamiento forzado. Los jóvenes pueden encontrase también con trabajos precarios, discriminación, xenofobia, dificultades para ser atendidos en hospitales o acceder a centros educativos, entre otros.

Migración Colombia, sostiene que el 73 % de los migrantes que llegan a Colombia no tienen acceso a la salud, el 40% de los niños y niñas y jóvenes migrantes no van a la escuela. Asimismo, un significativo número de mujeres y niñas han recurrido al comercio sexual y a la trata de personas, tienen acceso limitado a servicios básicos y enfrentan explotación laboral, así como situaciones de discriminación y rechazo. Por lo antes señalado, en este momento hay miles de venezolanos, sobre todo jóvenes y personas vulnerables, corriendo riesgos que dan pruebas de la carencia de protecciones adecuadas a sus derechos y de la ausencia de oportunidades para migrar sin riesgo y legalmente.

Los jóvenes amazonenses, no se escapan de la diáspora venezolana; a pesar de no disponer de datos precisos, es común escuchar en las conversaciones cotidianas referencias a familiares, especialmente jóvenes, que se han visto obligados a abandonar el país, en busca de un futuro promisor que sienten negado en las actuales condiciones del contexto que les ha tocado vivir. Los pueblos indígenas, especialmente los jóvenes con mejor educación, parecen estar optando de manera creciente por buscar otros horizontes, lejos de sus territorios, constituyendo así uno de los grupos en condición de vulnerabilidad. 

No sé dónde estoy yendo, pero voy de camino. Recordemos las palabras del poeta Libanés Khalil Gibran:  “La alegría es mejor que el dolor; y otros dicen: No, el dolor es el mejor. Pero yo les digo que son inseparables. Juntos vienen y cuando uno se sienta solo contigo en tu mesa, recuerda que el otro está dormido en tu cama”. Cuando los jóvenes emigran, los padres se quedan con muchos sentimientos encontrados: alegría, dolor, esperanzas, vacío, añoranzas. Los padres con una mezcla de emociones y sentimientos acompañan y apoyan a los hijos con los preparativos del viaje, y todo lo que eso implica: papeles, trámites migratorios, pasajes, arreglar maletas, entre otras actividades de movilización que los mantienen distraídos.

Hay dos regalos que debemos dar a los hijos: uno es raíces y otro es alas
Cuando llega la hora de partir, es inevitable el llanto, el dolor, la incertidumbre, pero también esperanza y fe por el regreso de un hijo. Yoleida S. (49), desde hace 1 año y 6 meses tiene a tres de sus cuatros hijos en São Gabriel da Cachoeira, un municipio de Brasil, situado en el estado de Amazonas: “¿Cómo te sientes después de la partida de tus hijos?”  “Me duele mucho que mis hijitos estén lejos, pero por lo menos allá pueden comer bien, comprarse sus cositas, enviarnos comida, porque aquí en Río Negro (Venezuela) a veces no hay, y cuando se consigue, es en pesos. Estuve dos meses con ellos, me contentó verlos bien, aunque tienen que trabajar muy duro: salen tempranito y llegan en la noche”.

Dolores P. (53), con un hijo en Inírida, capital del departamento del Guainía-Colombia y otrodesplazado interno hacia las minas, cuando se le realizó la pregunta no pudo contener las lágrimas: “No puedo hablar, eso me causa mucho dolor”.
 Loida S. (50), con tres hijos en Bogotá y uno en el Amazonas brasileño, dice: “Me siento muy bien, porque se fueron, pero no pasaron mucho trabajo como otros migrantes: llegaron, consiguieron trabajo; los primeros meses fue muy duro pero, a pesar de todo, las cosas se les fueron arreglando y hoy día están más estables. No me siento tan mal como los primeros meses cuando se fueron y también porque están cerca de Venezuela”.

Que nadie corte tus alas, tú eres quien decide que tan alto quieres volar
@erikadelvolga 26/08/2019: “El día que mi hijo se fue, hace casi 3 años, me dijo: ‘Puedes hacer con mi cuarto lo que quieras, pintarlo, usarlo como cuarto de manualidades’. Hijo, tu cuarto está igual, como si sólo hubieras salido a la universidad: tu ropa, tu guitarra, tus afiches del Barcelona y de Metálica”.
 Ivan Alexander @ijaen 26/08/2019: “Mi papá me envió, justo ayer, un video de mi cuarto, arreglado con televisor y todo. Dice que abre las cortinas a diario para que entre la luz. Arregló mis carros de colección. Entiendo entonces que todos los padres actúan similar. No sé, si sea sano psicológicamente”.
@Caty_vv 26/08/2019: “Tengo la cama desordenada, sin hacer, con cuadernos, libros, ropa, etc. Cuando se fue, como a la semana por fin me decidí a limpiar el cuarto; pero ver la cama arreglada me mataba: sabía que no iba a regresar; si la tengo desarreglada siento que está aquí”.
@Luis55742188 26/08/2019: “Yo quería evitarle esto a mis padres. Dejé una habitación vacía, sin cosas mías. Una habitación para visitas, ahora ellos duermen allí. Tienen sus cosas en su habitación pero duermen en la mía. Y en la de mi hermano hay una foto: como la dejó, así está”.
@nenaoliveros 26/08/2019: “Mi hijo también migró hace tres años, y justo hoy hace un año que vino a vernos durante 20 días. Lo extraño inmenso, ese beso diario al darle la bendición… Pero su país de acogida es un mejor lugar gracias a su esfuerzo, sus valores, su crianza. Agradecida con Dios y la Virgen”.
El camino siempre es el mismo: lo que lo hace especial es cómo lo transitas y con quien lo compartes. Nunca te arrepientas. Si es bueno, es maravilloso. Si es malo, es experiencia.










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