REFLEXIONES SOBRE EL FUTURO
Un reto para los jóvenes
II PARTE
por: Héctor Escandell García
Redefinir el rol del estado
Se requiere redefinir el rol del estado, su
tamaño, su institucionalidad y sus competencias exclusivas. No se trata de volver
al pasado; es ubicarse en el tiempo histórico y fijar sus objetivos, que no
pueden ser los mismos que hace dos siglos. El estado trasciende los gobiernos,
su función es propiciar espacios y condiciones para la vida digna, de calidad,
para cada uno de sus ciudadanos, superando los intereses de los grupos de poder
económico y/o político partidista, que promueven ideologías que no han logrado
resolver los problemas básicos de la humanidad, por el contrario los han
diversificado y potenciado. Pensamos en un estado que simplifique su trama
burocrática, pero que sea suficientemente fuerte para asegurar su función
estratégica: propiciar espacios y condiciones para la vida de calidad. Esto
podría lograrse materializando el federalismo real y concreto, que está indicado
en la constitución nacional, y que necesita ser esclarecido, devolviéndole así
a los ciudadanos el pleno ejercicio de sus derechos. Un estado que entienda que
el bienestar de las personas, de todas las personas, debe ser su principal
responsabilidad, por lo que la economía nacional, como hemos dicho, debe
medirse en la eficiencia de las políticas de los gobiernos, fundamentalmente en
la eficiencia social positivamente transformadora. Consecuentemente, un estado
que logre en el corto plazo, por lo menos desmineralizar la economía, en tanto
ésta sea esencialmente de exportación de materias primas. Esa
desmineralización de la noción del
desarrollo pasa por el fomento sostenido del empleo productivo en actividades
sostenibles, que, a su vez, sirva para fortalecer día a día la autogestión de
la sociedad. Todo ello pasa, por ejemplo, por derogar el decreto que fundamenta
el Arco Minero del Orinoco, entre otros instrumentos de la política económica
convencional.
Se requiere de un estado que por
vía constitucional, obligue a los gobiernos a fortalecer el protagonismo de la
sociedad, basada en sus capacidades de actuación autogestionaria en materia
económica. Se necesita un estado que por la misma vía legal neutralice el
presidencialismo y cualquier nefasta variante mesiánica, que hace sentir
imprescindibles a los individuos mientras coarta el crecimiento social.
Necesitamos un estado que modere las expectativas protagónicas, derivadas de la
presunta y falsa noción de la riqueza derivada de la presencia de recursos
naturales en su territorio; eso pasa por mantener el bienestar de toda la
sociedad como objetivo superior, lo que justifica su existencia, así como la de
los gobiernos. Es decir: un estado y un gobierno viables sólo se entienden si
su gente disfruta de condiciones de vida digna. Para ello es indispensable
comprender e internalizar que no habrá vida de calidad en un ambiente
degradado. Es preciso un estado que ética y legalmente obligue a moderar la
ganancia económica privada, especialmente la derivada de las actividades de
especulación financiera, y orientarla hacia el bienestar de toda la sociedad;
por ejemplo, por vía de los impuestos a la ganancia, mientras que en paralelo
atenúe la carga impositiva al común de la sociedad; por ejemplo, eliminando el
perverso IVA y otras tasas similares.
Urge un estado que:
Un estado que no permita algún
tipo de hegemonía de la comunicación y la información, estimulando el
comportamiento ético de los medios, promoviendo el debate democrático, la
crítica y el control social sobre los gobiernos; Un estado que materialice el
derecho de los pueblos indígenas a la titulación de sus territorios, mediante
las modalidades que aseguren el mayor bienestar común para toda la población
venezolana. Un estado que proteja de manera efectiva a los más débiles: los
niños y los ancianos, garantizando la seguridad social diferenciada y para
todos. Un estado que asuma su responsabilidad en la mejor educación de sus
ciudadanos: el estado docente que haga realidad la gratuidad de la educación en
todos los aspectos que puedan condicionar el logro exitoso del proceso
educativo; un estado que obligue a los gobiernos a decidir en favor de la
inversión educativa antes que en el gasto militar. Un estado que reserve la propiedad
pública de los bienes naturales esenciales para el cumplimiento de los derechos
humanos fundamentales: aguas, bosques, minerales; que de igual manera se
reserve el dominio sobre la industria petrolera, las comunicaciones y las
administre de manera socialmente eficiente, en las modalidades más
convenientes. Esto hasta tanto se logre diversificar la base económica
sostenible; por ejemplo: mediante industrias manufactureras medianas, que
generen empleo, ubicadas donde mayor sea el impacto social positivo, y que
utilicen la mayor cantidad de materias primas locales, energía y procesos no
contaminantes.
Este momento histórico está
marcado, por un lado por la crisis de la economía, crisis cíclica consecuencia
del modelo rentista, que entre muchos efectos limita fuertemente la soberanía
financiera, producto de la deuda y las condiciones de los mal llamados bonos
soberanos, que hoy están en poder de los más perversos agentes del sistema
mundial. Una economía enmarañada en las reglas de juego del capitalismo omnipresente.
Momento que está marcado también por la condición de extremo desvarío de la
sociedad, la ruptura del tejido social, el debilitamiento de la organicidad de
las estructuras sociales, el fracaso del sistema educativo, que en conjunto
condicionan de manera severa la posibilidad que tiene la sociedad de percibir
la realidad que la aqueja y, consecuentemente, de actuar para corregir, para
construir otra realidad más satisfactoria. Todo ello aliñado con una corrupción
desmedida, arraigada casi como un valor social en la llamada” viveza criolla”.
Un estado como el que hemos cualificado, sólo será posible con una sociedad
democráticamente madura, que habrá que construir paralelamente sin pausa. Un
estado que sea capaz de discernir lo estratégico de lo urgente y priorizar, a
pesar del supuesto costo político electorero, lo estratégico. El estado debe
establecer en la sociedad la noción de que la riqueza está en las personas, en
sus cualidades, por lo que el sistema educativo deberá responder a las necesidades
que surjan del reconocimiento del entorno y no a presiones internacionales o a
ideologías superadas y comprobadamente ineficientes. Como el estado se retrata
en la constitución, habrá que revisar si lo dicho está considerado
adecuadamente; si no fuese así, habría que incorporar los elementos necesarios.
La educación para la democracia y democracia en la educación
Compartimos la común afirmación
de que es la educación el medio para alcanzar la madurez requerida; pero
necesitamos otra educación, no ésta que replica las condiciones de minusvalía
de la sociedad civil, sociedad que, contrariamente a lo presumido, tiene hoy
una mayor o al menos peor diferenciación en clases sociales, incluyendo
categorías como “traidores a la patria” y “desechables”; división en clases
sociales que ha servido, para la confrontación vana, la que no permite
construir consensos básicos para avanzar. Esa otra educación debe devolverle a
los ciudadanos la posibilidad de disfrutar plenamente de sus derechos; debe ser
humanista, ecológica y política, y debe perseguir entre sus objetivos que las
personas asuman conscientemente sus responsabilidades. Esa educación debe
proveer a la sociedad aptitudes y actitudes para viabilizar formas sostenibles
de vivir, que incluyan nuevos modos de producir y consumir. Lógicamente
requerirá otros educadores que deberán ser formados con urgencia y calidad.
Estoy convencido que los formadores existen.
El estado Amazonas y sus potencialidades desde una ecología integral
Todo lo que hemos señalado es por supuesto
pertinente para Amazonas, adecuado a sus particularidades socio-biológicos y
culturales. En concreto, actuando sobre la percepción que tiene la sociedad en
general y los amazonenses con respecto a la naturaleza, debe pasar desde el
utilitarismo convencional y la estética contemplativa, hacia su valoración
esencial, reconociéndonos parte de ella. Es decir, vivir en y con la
naturaleza, aceptándola como sujeto de derecho: es lo que llaman la ecología
integral, cuya materialización requiere otra ética y otra práctica. El sub
sistema económico deseable para el estado Amazonas, debe orientarse a producir
el mayor bienestar social. Para ello requerimos otra forma de hacer política,
soportada en un reconocimiento y valoración profunda de las potencialidades y
las restricciones, de manera de asegurar la mayor sostenibilidad de las
decisiones que tienen incidencia en el empleo y la producción de bienes y servicios.
Un tema ineludible es el de la
minería, cada día más arraigada en los modos de procurar la satisfacción de las
necesidades materiales. Una minería cuyos costos sociales y ecológicos superan
con creces el supuesto beneficio, traducido en el dinero. La decisión justa
sería erradicarla de tajo, como se hace con el cáncer; sin embargo, es evidente
que con la sociedad que tenemos ello es prácticamente imposible. La política a
seguir debe tener al menos dos vertientes: por un lado desestimularla, creando
condiciones para que quienes la practican, obteniendo poco o nulo beneficio
material (la mayoría), dispongan de otros espacios de gestión económica
satisfactorios; paralelamente, ordenarla de manera tal que sea el estado y la
entidad quienes puedan controlar y orientar el destino de la “ganancia”
derivada de la descapitalización, hacia aquellas áreas que produzcan mayor
bienestar social; por ejemplo, el financiamiento de infraestructura social
básica: salud, educación, agua, energía, y/o de los esfuerzos de producción
sostenible. La minería no metálica (arcillas, granito….) constituye otra opción
para la generación de empleo, con mayor justificación ética, en tanto incorpore
localmente la agregación de valor mediante su transformación en otras materias
primas y bienes terminados.
El estado Amazonas continúa
siendo uno de los espacios globalmente estratégicos para la vida humana, esto
en función de los servicios que produce la naturaleza: agua dulce, estabilidad
climática, fijación de CO2, base genética de alimentos, materiales, medicinas….,
en contraste, es una de las regiones menos conocidas sistemáticamente por la
ciencia. Con base en lo anterior, proponemos reconceptualizar al estado
Amazonas como un espacio para el conocimiento, la investigación y la formación
de talento en el manejo sostenible de la gran región amazónica, valorizando
adecuadamente el patrimonio cultural y científico derivado de la presencia
milenaria de los pueblos indígenas. La creación de la Universidad de la Biodiversidad
Amazónica podría ser una opción con incidencia global, aprovechando el interés
creciente por la conservación de la amazonía. Ello pudiera sentar las bases
para que en el futuro se pueda exigir compensación por los servicios globales y
la conservación, modalidad que se aplica en otras regiones del mundo, tal vez
menos estratégicas para la humanidad. La procura y la práctica de la
sostenibilidad abriría espacios para el desarrollo de políticas públicas en
diversas áreas; por ejemplo: fortalecería la capacidad de negociar en el ámbito
nacional y aún en el internacional, la implementación de tributos correctivos
para incidir y orientar la actuación económica hacia objetivos estratégicos:
salud y saneamiento ambiental, o impuestos por conservar las fuentes de agua,
la capacidad de brindar servicios ambientales, la biodiversidad, entre otras
opciones.
Otra área vital para construir
sostenibilidad, tiene que ver con la producción agroalimentaria, definida a
través del manejo sostenible de la biodiversidad y de los elementos de soporte
físico (agua y suelos). Ésta debe ser orientada básicamente a atender las
necesidades locales; sin embargo, en paralelo puede incidir en otros espacios
geográficos nacionales y foráneos, con algunos de los productos ya conocidos y
otros que irán surgiendo de la investigación sistemática. Esta agricultura
amazónica debe ser pilar de la función social del sub sistema económico.
Pensamos que, establecidas las condiciones esenciales, el estado podría ser un
destino para modalidades de turismo llamado ecológico. Esta opción es la que a
más corto plazo podría generar múltiples fuentes de empleo y servir a los
propósitos de los pueblos indígenas, incluyendo la titulación de sus
territorios. Sin duda son muchas cosas las que están por hacer, entre ellas
humanizar y civilizar a Puerto Ayacucho, lo que requerirá un especial esfuerzo
de dotación de capacidades sostenibles para brindar condiciones de vida digna a
sus habitantes, entre ellas la dotación de energía eléctrica alternativa, que
reduzca y/o minimice la dependencia hacia el sistema nacional; por ejemplo,
pensar en el aprovechamiento hidroeléctrico de los raudales de Atures.
Lo mismo es válido para los centros poblados
del interior del estado; particular atención requerirán aquellos ubicados en la
frontera, donde la implementación de alternativas económicas sostenibles,
exigirá un especial esfuerzo de innovación. Garantizar la integración física
del territorio es también una tarea urgente; fortalecer un sistema intermodal,
que integre carreteras, aeropuertos y el aprovechamiento de la amplia red
fluvial, demanda la participación de expertos y la aprobación de la sociedad;
la habilitación y el mantenimiento de los canales de navegación, generaría
empleos permanentes en espacios geográficos que lo requieren; la conexión del
valle del Manapiare y de las tierras del Alto Ventuari, a través de Los
Pijiguaos y, desde allí, hacia Puerto Ayacucho, sería un estímulo invalorable
para los productores agrícolas uwottüja, yabarana, jivi y ye´kuana de esas
tierras.
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