REFLEXIONES SOBRE EL FUTURO
Un reto para los jóvenes
I PARTE
Por: Héctor Escandell
García
Oficina de Derechos Humanos del Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho
Queremos presentar al Autor del
presente artículo, generoso colaborador de nuestra Revista La Iglesia en
Amazonas y de la Oficina de Derechos Humanos de nuestro Vicariato. Nos expone
con mucha transparencia, sus muchas vivencias en distintos ámbitos: social,
económico y político, que han moldeado su pensamiento en el tiempo, para el
reconocimiento e interpretación de la realidad, aplicando un enfoque sistémico
basado en sistemas socio ecológico, que articulan al ser humano, con su especie
y con la naturaleza. Egresado de la UCV en 1979, hizo una especialización
en planificación del desarrollo de áreas
amazónicas en la Universidad Federal de Pará (Brasil, 1989), profundizando, a
título propio, su formación académica en los campos de ambiente, economía y
ecología humana. Es docente universitario, desde hace más de 25 años (UCV,
UPEL, UNEFA, UBV, USM), en Pre y Post grado.
Trabajó en la Administración
Pública durante 37 años. En los últimos tres años ha estado dedicado a la
promoción de los Derechos Humanos de los pueblos indígenas y de los Derechos de
la Naturaleza, en el marco de la ecología integral. De allí se conforma su
formación política, aderezada por las vivencias, el estudio y la praxis
permanente (6 décadas) en el ambiente amazónico que ha sido su campo de
trabajo, su hogar y donde formó su familia, desde hace 39 años. Al
preguntársele cómo se “clasificaría”, nos precisó: “Me considero humanista,
pacifista, demócrata, cristiano-católico y ambientalista”. Y, desde la
perspectiva del otro, cree que puede “caber” en la izquierda, en el centro y en
la derecha: “El reduccionismo intelectual, en nuestro tiempo histórico –
puntualiza – no tiene cabida ni justificación. En todo caso, si debo ubicarme,
prefiero hacerlo en la utopía”.
A modo de introducción
Considero necesario precisar algunos
planteamientos. Desde mi posición reconozco una realidad poco satisfactoria;
siento que el futuro me fue robado y el presente está siendo secuestrado; sin
embargo, desde la utopía, entendida como camino para transitar en procura de la
vida digna que merecemos, siento que están presentes las condiciones para la
transformación que creo necesaria e ineludible. Mi aporte aquí, si es que
hubiera alguno, se inscribe en el marco referencial que acabo de puntualizar,
por tanto, no esperen otra cosa, primero porque la realidad es, como nunca,
compleja y nadie posee individualmente la capacidad de analizarla; y, segundo,
porque estoy consciente de mis limitaciones. La mayor parte de lo que voy a
plantear seguidamente, ha sido dicho y presentado por escrito en diferentes
momentos. Las circunstancias actuales, la reflexión sobre ellas, orientan estos
planteamientos, concebidos desde la condición amazónica y desde una perspectiva
de la globalidad que caracteriza la dinámica socio política.
Democracia y sus sub-sistemas: social, político, económico, ambiental
Cuando menciono mi condición de
demócrata, no me refiero a cualquier democracia. Comprendo que la democracia,
como sistema socio político, es la mejor opción para entendernos y procurar
materializar satisfactoriamente nuestros derechos y viabilizar dignamente
nuestros deberes, en tanto es un sistema perfectible y toda la sociedad es
protagonista. Creo que debemos ir hacia una mayor y mejor democracia; no se
trata en ningún modo de volver al pasado, se trata de incorporar los
aprendizajes propios y ajenos para la formación de un sistema que sea capaz de
cumplir lo que debe ser su objetivo central: el reconocimiento activo de la dignidad
humana, ajustando los medios hacia el logro del mayor bienestar, a través de la
participación protagónica, en el marco de la justicia y la sostenibilidad de
los procesos humanos. Es decir, un sistema socio político que no esté basado en
la justicia, la inclusión, el reconocimiento del otro, la diversidad, equidad
de género y la sostenibilidad, no es democrático. Un sistema que violente, por
cualquier razón, los derechos humanos, no es democracia.
El logro de estos y otros objetivos, está
indisolublemente atado a las formas mediante las cuales resolvemos parte de las
necesidades humanas, los conflictos derivados del subsistema económico. En la
democracia en la que creo, el subsistema económico, la economía, está al
servicio del subsistema social, de la gente; es decir la economía al servicio
de la sociedad y no al revés, como ha sido hasta ahora. El subsistema social,
en términos generales, ha retrocedido a una fase primaria; la mayoría de los
venezolanos ha postergado la satisfacción de necesidades superiores, como la
afiliación, el reconocimiento y la auto realización, para concentrar su esfuerzo
en la procura de satisfacer necesidades de supervivencia, necesidades de orden
material como la alimentación, el vestido, el techo, inmovilizándose así para
avanzar en metas de orden post material: estudio, participación, ocio
constructivo…, que en el pasado reciente ocupaban un lugar prioritario en la
vida de muchos venezolanos, incluso entre aquellos grupos sociales más
desfavorecidos. La acción para el logro ha sido sustituida por la pasividad
indolente en un número importante de personas. Los antivalores parecen
prevalecer en la conducta de sectores minoritarios de la población y, en muchos
casos, son promovidos por quienes deberían combatirlos, haciendo que su efecto
sobre la conciencia social se multiplique, enfrentando a la sociedad consigo misma.
El subsistema económico está
condicionado por el subsistema ambiental – ecológico. Las actividades
económicas deben estar soportadas por el criterio general de la sustentabilidad
de los ecosistemas y de los procesos naturales que soportan la vida. Los subsistemas
económico y social, ajustados a criterios de sostenibilidad, implican, entre
otras cosas, la modificación del subsistema energético dominante y de los modos
de producción y consumo de bienes y materiales. Esto es neurálgico para cambiar
las relaciones de poder que nos han traído hasta aquí. El sub sistema político,
en la democracia en la que creo, está al servicio del sub sistema social. Los
partidos políticos deben dejar de ser maquinarias electorales y distribuidores
y receptores de prebendas, para convertirse en espacios propicios para el
debate de ideas, tal como formalmente fueron concebidos, y los políticos deben
entenderse como servidores de la sociedad y no que ésta esté a su servicio. Los
políticos no deben seguir abrogándose la pretensión de hablar y actuar en
nombre del pueblo, de la sociedad, sin estar dispuestos a ser sistemáticamente
evaluados y tratados en consecuencia de sus acciones. En síntesis, creemos en
una democracia que permita el pleno
desarrollo de la vida de los
individuos, en el marco de la solidaridad, la paz, la justicia y todos esos
valores sociales por los que la humanidad se distingue.
Cambio de perspectiva de la sociedad venezolana
Todo lo anterior conlleva a un
cambio radical en la perspectiva de la sociedad venezolana. Estamos conscientes
de la diversidad y la magnitud de los intereses de toda índole que se han
arraigado en la mala democracia; sabemos que se sentirán afectados y que ellos
trascienden cada vez más lo local, lo nacional, y que muchos de ellos tienen un
alcance global, que sintetiza al sistema económico – político dominante. Por
ejemplo: el patrón energético que sostiene la industrialización, las relaciones
inequitativas entre regiones y estados, los nuevos extractivismos de
exportación, la miltarización, la guerra, la salud y la alimentación como
negocio…, todo eso que estudia la
llamada geopolítica, representa esos intereses perversos. Sin embargo,
también estamos al tanto que la crisis del modelo dominante es de igual manera
global, y que la conciencia informada, creciente de la humanidad, presiona cada
día para cambiar lo que hay que cambiar. La pregunta es si continuaremos al
margen del tren de la historia o si por fin decidiremos subir.
El debate necesario sobre el concepto de desarrollo
Otro término que requiere ser
sometido a revisión y reflexión, es el llamado desarrollo, que desde que fue
asumido, desde la biología, por las ciencias sociales y especialmente por la
economía y los políticos, ha servido de comodín para pretender justificar cualquier
aberración. Por ejemplo, hay que extraer más minerales, deforestar más bosques,
industrializarnos a cualquier costo, porque eso es desarrollo; mientras que los
resultados sociales y ambientales dejan mucho que desear, como lo demuestran
las cifras inocultables de muerte prematura, desnutrición, hambre, carencia de
agua potable, desplazamientos forzosos, conflictos bélicos y degradación
ambiental, entre otros temas.
El debate sobre el desarrollo,
aquí y en la mayor parte del planeta se estanca en cifras macroeconómicas, en
grandes proyectos de infraestructura y en resultados de políticas públicas
“sociales”, fundamentalmente asistencialistas y en consecuencia insostenibles.
En el primer grupo tenemos seudo indicadores de bienestar como el PIB, las
reservas monetarias, el ingreso medio por habitante, entre otros; en el segundo
tenemos las inversiones en transporte, generación de energía eléctrica,
establecimientos industriales, minería; y, en el tercer grupo, la
alfabetización, la escolaridad, la protección social, la cobertura sanitaria,
el salario… Las primeras nada dicen de la equidad distributiva; las otras
difícilmente soportan una evaluación de calidad, sostenibilidad y
transparencia.
En nuestra idea de democracia, el
desarrollo debe tener un rostro humano, incluyente, soportado en indicadores
verificables de vida digna, vida de calidad. No se trata de sobrevivir, sino de
vivir plenamente, en paz entre nosotros
y en armonía con la naturaleza, entendida ésta más allá de simple proveedora de
servicios y recursos. Es necesario trabajar en otro desarrollo, u otro término
que abarque esas condiciones, que además reconozca la diversidad socio cultural
y biológica y que, en consecuencia, supere posiciones de dominio centralista y
permita la gestión acertada de las posibilidades que ofrece cada espacio
geográfico, en el marco de una estrategia de solidaridad y complementariedad.
Así, no se trata de definir un modelo, sino tantos modos como sea necesario,
para que ser y hacer sean más importantes que tener; para devolverle el
protagonismo a los individuos y a la sociedad; potenciando la función social y
ética de la economía, que sustente el necesario compromiso intra e inter
generacional, y el mantenimiento y mejoramiento de las condiciones esenciales
para la vida. Superar el tan criticado modelo rentista petrolero, basado ahora
en la diversificación de las exportaciones
primarias, que no es más que la descapitalización sostenida de la nación
venezolana, requiere cambiar muchas cosas; entre ellas la forma de hacer
política y la calidad de la organización social. De lo primero hemos hablado,
de lo segundo vamos a referir algunos planteamientos.
El objetivo estratégico para la
nueva democracia, debe ser una organización social fuerte, autónoma y capaz de
regular legítimamente a los gobernantes; que de esta manera permita construir
un estado al servicio de los ciudadanos y no al revés, como ha sido característico
casi durante toda la época republicana. Debemos tener presente que el
surgimiento de los estados, como construcción social, respondió fundamentalmente a los intereses de
clases sociales dominantes y que su estructura fue diseñada para responder a
esos intereses. Por tanto, es imprescindible superar las viejas estructuras de
organización social, incluyendo los partidos políticos de metodología
estalinista donde unos pocos se apropian de los mecanismos de decisión.
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